Después de haber permanecido 13 días ingresado en la sala de cuidados intensivos de un hospital a causa de COVID-19 Julio López aseguró “yo creo que soy un sobreviviente afortunado” de la pandemia.
Según López, esto lo logró “porque llegué en el momento adecuado al hospital, creo que si me he tardado otros minutos más no la libro y porque tuve la suerte de tener gente que se puso las pilas para contribuir con mi caso, de que la atención en el hospital fuera oportuna otra gente no tuvo la oportunidad de recibir una atención en el momento adecuado por diversas circunstancias”.
Además del contagio sufrido en 2021, un año antes López podría haber estado entre los casos sospechosos de COVID-19 no verificados, debido a que en ese entonces solo pudo hacerse una prueba rápida en un laboratorio privado en el país.
Las heridas que deja la Covid-19
Posterior a su internamiento por el coronavirus en un hospital de San José, Costa Rica, López considera que “las defensas han quedado muy bajas, porque lo que he notado es que fácilmente me resfrío, con que me exponga un poquito al frío, acá porque en San José hace mucho frío en un ratito ya ando estornudando y paso dos a 3 días así”.
También está la parte emocional y que López ha identificado claramente. “Hay una afectación porque cuando yo sé que estoy cerca de una persona que tuvo COVID, inmediatamente siento los síntomas y me pongo fatal. Pero luego trato, no, esto es cuestión mía es algo mental, estoy vacunado. Ciertamente la vacuna no es una garantía de que no me va a dar COVID, pero digo yo no puedo cerrarme a eso, hay que seguir la vida”, dice el sobreviviente de COVID-19.
A eso le añade que posterior al contagio una vez que ha estado cerca de personas afectadas por la pandemia y ha tenido algún síntoma de gripe de tos, de malestar en la garganta, al menos en tres ocasiones se ha realizado una prueba con resultados rápidos. Todas resultaron negativas.
Y aunque dice es normal que una persona tenga cierta aprehensión cuando conoce que una persona ha sido contagiada del virus, reconoce que esta “también necesita ayuda”.
“Y uno no puede excluir a que otra persona tenga o no la enfermedad, simplemente hay que tratar de mantener las medidas en el lavado de manos, acá ya no se usa la mascarilla, por ejemplo, es difícil ver a una persona que use mascarilla, pero yo por ejemplo al trabajo voy caminando; uso transporte (público) solo que sea muy largo, trato en lo que sea posible evitar aglomeraciones y yo creo que eso es muy importante para prevenir”, expuso el sobreviviente del coronavirus.
No obstante, reconoció: “Tampoco uno puede dejar de vivir por eso”.
Tras señalar: “Yo siempre he sido cuidadoso, de hecho la vez que tuve sospechas de COVID no confirmado, (el virus) llegó a la casa, no fue que yo salí a buscarlo sino que llegó a la casa y así fue que adquirí el virus”.
Además como medida preventiva López toma Vitamina C, en forma natural por lo que consume muchas frutas sobre todo cítricos, algún tipo de té natural y miel para ayudar un poco al sistema.
También refirió, que trata de caminar, pues “a veces le puede ayudar a uno a mejorar la circulación, porque al final el nivel de oxigenación depende de cuánto la sangre puede circular, caminar le ayuda mucho a la circulación y yo trato de hacer eso salir a caminar a veces y mantener obviamente las medidas de protección”.
Contagio en soledad
El contagio del virus sorprendió a López recién llegado a Costa Rica, lo que a su criterio no solo fue difícil por el nivel de gravedad, sino porque estaba solo sin una familia, tampoco contaba con un seguro social para la atención médica. “No es igual como estar uno en su país donde se sabe que la familia aunque no lo pueda ver a uno, sí está pendiente, si puede llevar cosas al hospital con mucha más facilidad; estando uno en otro país donde prácticamente depende de la generosidad de las amistades que uno tiene, eso fue como lo más complejo”, expresó López.
A la gravedad propia del contagio por el cual fue aislado en un hospital, López le sumó la sensación de soledad que le llevaron a tener toda clase de pensamientos, incluso en la probabilidad de la muerte lejos de su familia y más allá de su muerte.
“Uno empieza a pensar en un montón de cosas y eso al final a uno lo termina como afectando más, porque en principio yo pensaba en mi mamá, en mi familia, porque uno debía prepararse de que morir era una posibilidad. Más cuando uno ya estaba en UCI y cuando yo sentí que me iban a dar respiración, no podía por si solo era momento de buscar ayuda.
A mi me pasaba por la mente ¿Qué va a pasar si me muero? Porque yo sabía que me podía morir pero más allá de eso no tenía un plan” comentó López.
Incluso a López le preocupaba el hecho de que si moría su cuerpo fuese enterrado en una fosa común en Costa Rica o si lo podrían repatriar “todas esas cosas uno la pensaba, entonces no quería imaginarme a mi mamá o a mi familia en esa situación. Eso a uno lo deterioraba más en realidad, porque se llenaba uno de incertidumbre, de ponerse a pensar si me llega a pasar esto”.
Sin embargo, la atención oportuna y de calidad, le permitió a López sobrevivir al coronavirus, aunque los primeros días fueron como los más complicados.
Primero síntomas fueron de gripe
La enfermedad le empezó con una gripe normal, que le hizo pensar en alguna alergia, pese a que en el lugar donde habitaba ya había un caso positivo y él había apoyado con la atención de esa persona. Debido a ese caso le habían mandado una orden sanitaria, que representaba que durante 10 días no podía salir del apartamento.
Después de los 10 días de restricción la orden sanitaria fue levantada automáticamente “pero yo empiezo a sentir síntomas de gripe, estornudos, malestar en la garganta y yo digo bueno lo más probable es que sea COVID porque hay un caso positivo y yo ya estoy experimentando los síntomas”.
Ya para entonces López había tenido la pérdida de olfato. “Yo me acuerdo que partí una cebolla, y a mi no me gusta la cebolla, la detesto igual el ajo, y yo partí una cebolla la olí y no sentía nada. Yo dije ya estoy confirmado que sea COVID, me entró como una especie de ansiedad y empecé a leer en internet toda la información posible sobre COVID, prevención tratamiento que hacer en caso de tales cosas”, recordó el sobreviviente de COVID.
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Después de eso siguieron “la fiebre, la tos más intensa, dolores de cabeza y ya cuando fue avanzando el tiempo a los 4 a 5 días, yo ya sentía como dificultad para respirar en esa búsqueda de información yo recuerdo que compré un oxímetro, por envío a domicilio, y me estaba midiendo el nivel de oxigenación lo hacía cada hora”.
“Yo mismo me empecé alarmar y traté de dormir esa noche, pero al siguiente día yo me levanto fatigado y lo primero que hago es tomar la oxigenación y vi que estaba como en 85 (…) cuando miro le hablo a la persona que está en el apartamento y le digo mirá yo me tengo que ir al hospital. El nivel de oxigenación está demasiado bajo, siento que no puedo respirar por mi mismo”, recordó López. En el hospital le confirmaron que padecía COVID-19 y que el nivel de oxigenación estaba en 83, “era muy bajo”, por lo que le suministraron oxígeno y fue internado. A criterio de López el hecho de que él no tenía ninguna dosis de vacuna contra la COVID-19 contribuyó a grabar su condición.
“Por suerte” había una cama, lo que a criterio de López “al final fue lo que terminó salvándome la vida, porque sin disponibilidad de camas es ahí donde las cosas se complican”. A esto se agrega que sus amigos gestionaron de forma rápida y lograron que ACNUR le proporcionara un seguro para que permaneciera internado en el hospital costarricense.
Recuperación lenta
Tras 13 días en cuidados intensivos, “en principio la recuperación fue muy lenta, porque me cansaba demasiado, yo no podía caminar, cinco metros cuando ya iba agotadísimo, subir gradas u otro tipo de pendientes era complicado para mí, me cansaba mucho”.
Tras añadir: “Me llevó alrededor de 6 meses recuperar totalmente el nivel de poder caminar sin cansarme. Eso fue como lo más complicado. Como yo estuve con sondas, sangraba mucho de la nariz (…) luego he tenido como brotes en la piel, específicamente de donde me ponían las agujitas para poner la canaleta. (…) Eso poco a poco ha ido desapareciendo. Después que salí del hospital esperé 3 meses para ponerme la primera dosis porque como era un caso grave me indicaron que tenía que esperar un poco para aplicarme la primera dosis”.