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Familias de pescadores no se resignan: ¿Dónde están los tripulantes de la Albacora y Casandra?

Una pichinga de agua y una lonchera con arroz, frijoles y queso alistó Moisés Antonio Morales, antes de zarpar la tarde miércoles 01 de marzo, junto con otros cuatro pescadores que llevaban la misión de atrapar peces dorados, a unos 150 kilómetros aproximadamente mar adentro, desde la zona costera de Puerto Corinto.

Los hombres del mar iban dotados de un radio comunicador, teléfono celular y un GPS, medios que les permitiría comunicarse con el acopio o algún familiar por cualquier emergencia que se les presentara durante la faena. Sin embargo, ninguno funcionó y esa noche, se perdieron del radar y la ruta marítima, informó en esa ocasión William González, dueño del acopio.

Han pasado 57 días, y no se conoce ninguna información sobre el paradero de los cinco pescadores y de la embarcación Albacora navegada por el capitán Abelardo Alexander Mendoza de 25 años, y su tripulación, a quienes buscaron por mar y aire, pero no han sido encontrados a pesar de las labores de búsqueda y rescate de casi un mes que realizaron 30 pescadores junto con la ayuda de la Fuerza Naval de Nicaragua y El Salvador.

“Con respecto a nuestros familiares la búsqueda se suspendió, se rastreó por zona costera de El Salvador, Costa Rica, Guatemala mar adentro y aire.  Humanamente hicimos todo lo posible para encontrarlos, pero nos quedamos sin recurso para continuar con una búsqueda incierta”, explica Moisés Morales, padre y tío de dos de los cinco pescadores desaparecidos.

Explica que su hijo, al igual que el resto de pescadores tenían poca experiencia en este trabajo de alto riesgo.  “Tenía poco tiempo trabajando de pescador y como la pesca está mala, me dijo que estaba pensando en retirarse porque miraba el peligro que había cada día para buscar el dorado, pero los otros compañeros lo motivaban para que siguiera”, agregó.

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Pesca de altura

Ante la falta de banco de peces cerca de las costas, algunos pescadores deben viajar largas distancias de hasta 180 kilómetros mar adentro para lograr atrapar el producto marino del que viven la mayoría de familias costeras. Una zona recomendada para la pesca de altura en embarcaciones de gran calado. Sin embargo, hay quienes aseguran que las lanchas artesanales que son utilizadas en Nicaragua, no tienen la capacidad de mantenerse a esa distancia por lo agitado de las aguas, y por ende, es un riesgo sobrecargar las pangas por un vuelco. Pero el pescador es terco y siempre se arriesga.  

Ante los constantes naufragios registrados en las costas nicaragüenses, las autoridades de la Fuerza Naval del Ejército de Nicaragua, habían exigido a los pescadores artesanales a usar chalecos, GPS, banderines y boyas, como medidas de protección ante cualquier eventualidad, pero dichas reglas no se cumplen.

Marcio, lleva tres décadas dedicado a este trabajo, y asegura que el principal riesgo está en la longitud de faena y falta de experiencia de los capitanes de embarcaciones. “Uno de los puntos de seguridad que deben exigir las autoridades a los dueños de acopio es que los capitanes tengan experiencia en el manejo de las lanchas. Lo que hay solo es un permiso para salida (zarpe), y un carnet de operación para el transporte y la falta de capacitación”, explicó.

Destacó que las lanchas no están capacitadas para andar con tantos medios, chalecos, banderines y boyas. “Cuando esta buena la pesca, se puede lograr capturar unas 1,500 hasta 2,000 libras de pescado, es una carga pesada más la tripulación y las pichingas en un riesgo al momento de la transportación”, señaló.     

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Pescadores navegan en zona peligrosas

Las embarcaciones actualmente utilizan motores de hasta 115 caballos de fuerza. “Con un capitán inexperto, en alta mar, y si no se percata y encuentra grandes tortugas se estrella y puede volcarse la panga”, indica el expescador, que considera que  los dos motores añaden peso extra y sumado a la carga del producto, pueden influir en el hundimiento de la lancha.

A dos meses de lo que pudo ser un naufragio, cualquier versión es hipotética, dado que extrañamente no se encontró ningún vestigio flotando. “Y las pichingas deberían haberse encontrado, los banderines y las panas. Nada de eso se hunde y con tantos días de búsqueda, algo de eso debió haberse visto”, cuestiona un pescador.

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En pláticas informales los más osados hablan sobre las condiciones de inseguridad instauradas en la costa Pacífico de Nicaragua sostenida por el narcotráfico.  “Las distancias que ahora se recorren son de peligro porque allí es ruta para tráfico de drogas. Hasta los barcos de gran calado evitan circular por algunos lugares porque son advertidos del peligro”, comparten.

A pesar de la presencia naval, se cree qué hay tumbadores de drogas. Se trata de grupos destinados a robar cargamentos de sustancias, una realidad en Nicaragua. Cuando las autoridades intentan que la desaparición de cinco pescadores corinteños quede en el olvido, cuatro más se perdieron desde el 18 de marzo. El grupo salió de las costas de Masachapa y hasta el momento no hay ningún rastro de la embarcación Casandra y la tripulación. 

Ninguno de los nueve desaparecidos cuenta con prestaciones laborales como seguridad social o pensión, tampoco sus familias gozarán de ningún tipo de indemnización que les permita enfrentar las adversidades, por el contrario, las búsquedas dependen de la caridad de quienes aporten 1 o 10 córdobas en las colectas para combustible.

No importa cuántos días pasen. Mientras no haya cuerpos, las familias guardan la esperanza de encontrar a los jóvenes marinos con vida, un milagro que creen posible.

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