Sergio Cárdenas asegura que sufre y mucho. Primero fue secuestrado, después pasó días y noches en una cárcel y ahora vive un exilio forzado en Estados Unidos. “Ha sido muy difícil todo esto”, dice para este reporte.
Relata que en el exilio al que lo han obligado los dictadores de Nicaragua, ha tenido que aprender “a luchar, aprendí a sentir dolor, pero también aprendí a sanar”.
“Hoy agradezco a cada uno de ustedes, que estuvieron pendientes, por cada uno de nosotros desde el primer día. Hoy continúo pidiendo justicia, justicia verdadera, Justicia por Nicaragua, justicia por la iglesia Católica, justicia por monseñor Rolando José Álvarez”, señala.
Cárdenas recuerda lo que vivió hace un año en Matagalpa. El 4 de agosto del año pasado. Recuerda a la policía, sus abusos, la que con armas impidió a la feligresía la entrada a la Curia Episcopal de Matagalpa para la celebración de la eucaristía del jueves por la mañana. Ese acto arbitrario del régimen, indignó al obispo Rolando Álvarez, señala.
Relata que no olvida como el jerarca católico salió a la calle a combatir a las fuerzas del mal con “la imagen dorada del santísimo sacramento, rogando a los ángeles y a los santos que el régimen dictatorial le dejara ejercer su derecho constitucional a la libertad religiosa”.
Dice que así empezaron las casi dos semanas de confinamiento forzado del prelado, de sus colaboradores y del camarógrafo diocesano. “Fue el comienzo de algo que todavía no nos explicamos”, dice Cárdenas.
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“No se olvida”
Lo que recuerda este reportero gráfico, una de las doce personas secuestradas por la dictadura sandinista en la residencia episcopal de la Diócesis de Matagalpa hace un año, es que fueron horas y “días raros, de muchas preguntas todavía sin respuestas”.
“Un día normal, como todos los jueves, donde iba a mi trabajo. Nunca pensé que por trabajar para la Iglesia, estaría en prisión”, dice Cárdenas, ahora desterrado de su propio país. “¿Por qué?, ¿Por qué tanta maldad”, se pregunta.
Nadie se imaginó que comenzaría un calvario para un Obispo, algunos de sus sacerdotes, seminaristas y laicos al sufrir un secuestro que después se transformó en prisión para uno y destierro para otros, aunque ninguno hubiera hecho algo para merecerlo.
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Alto costo por la fe
Un día antes del inicio de aquel secuestro, la sancionada policía del régimen ubicó un contingente de uniformados en el perímetro de la residencia episcopal de Matagalpa, impidiendo toda clase de salida al religioso, sacerdotes y colaboradores laicos.
Durante esos días, los confinados se mantuvieron con el poco alimento que monseñor Rolando acostumbra a tener en sus cocina y hasta prestó algunas camisetas porque nadie se había cambiado, mientras pasaban los días.
A un año de aquellos hechos en que la dictadura fue más allá en su persecución y criminalización contra la iglesia, Sergio Cárdenas, el camarógrafo de TV Merced de Matagalpa, asegura que nunca pensó que por trabajarle a la Iglesia, por su fe, sería separado de su familia.
“Nadie me dijo que era prohibido llevar el pan de cada día a mi hogar. ¡Nadie.!”, reclama.