Ana enfrentó el peor momento de su vida y el que jamás pensó vivir. Tiene 28 años y hace diez, le juró a su primer bebé que moriría antes de dejarlo solo alguna vez, lo mismo que hizo cuando nació su segundo y su tercer hijo, pero las circunstancias que vive Nicaragua, le hizo romper la promesa. Hace unos días con una sonrisa nerviosa y un abrazo que deseó fuera eterno, se despidió de sus hijos en el aeropuerto internacional de Managua.
En la pista, lo esperaba un avión que la llevaría a Estados Unidos, a donde miles de nicaragüenses han ido en busca de oportunidades. A ella, recientemente, le aprobaron el Parole Humanitario, el beneficio otorgado por el gobierno de Joe Biden para ciudadanos nicaragüenses y de otras nacionalidades.
Antes de marcharse, Ana les explicó a sus hijos que se iba del país para garantizarles una mejor vida. Ante el llanto de los pequeños, los consoló con la promesa que los llamaría todos los días, que tendrían frecuentes videollamadas y que desde ese momento en adelante, nada les faltaría. Lo más importante que les dijo, es que pronto regresaría.
De viajar muchos aprendieron que es una actividad alegre. El que se va, se va con ilusión de conocer lugares, vivir otra vida. El que se queda, espera alguna vez ser el próximo. Pero en los últimos meses, las despedidas diarias en el aeropuerto “Augusto C. Sandino” de la capital, es escenario de despedidas tristes. Los que se van, huyen de la crisis sociopolítica, de la falta de oportunidades en el país que los vio nacer y se van sin la certeza de que les vaya bien y sin una fecha definida para su retorno.
Familias “en pedazos”
El país dejó de ser lo que era hace más de cinco años, lo que empeoró con el levantamiento social de abril de 2018, que exigía el fin del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, atornillados al poder desde el 2007 y sostenidos ahora solo por la armas, la violencia y los abusos contra los ciudadanos. Pensar diferente a ellos en Nicaragua es sinónimo de cárcel, reclamar por la carestía de la vida, la falta de empleos o por los pésimos salarios del país lo colocan a uno al filo del secuestro, desaparición forzada, prisión y penas inverosímiles de entre 9, 13 y hasta 26 años.
Para comer tres tiempos y pensar en el futuro de los niños, adolescentes y jóvenes, a los nicas sólo les queda un camino: migrar. Eso explica porque miles han hecho maletas y se han ido con hijos o sin ellos. Las consecuencias son visibles: hijos pequeños que quedan con abuelos, hijos mayores que dejan a sus padres, padres que dejan a sus esposas solas con los niños y solo con la esperanza de que días mejores vendrán aunque él no esté en casa.
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Para el psicólogo Milton Pérez, las migraciones dejan serias afectaciones psíquicas, afectivas y socioafectivas en los hijos de padres migrantes. Señala que serán graves o menores, en dependencia de la edad. “Entre más pequeños, vivirán estas separaciones de una manera más intensa y significativa, e incluso, para ellos puede significar que se sientan abandonados”, advierte.
El experto señala que es difícil que una tía, una abuela u otro familiar cercano, compense el vacío y la ausencia que deja una mamá o un papá en los niños, por más que se esfuercen. “Los hijos, en algún momento, van a vivir situaciones de crisis, en donde van a necesitar el apoyo y la asistencia de sus padres. No es lo mismo que tu mamá o tu papá te den un abrazo, te mire a los ojos y te diga que todo va a estar bien, a que te lo digan por teléfono o por videollamada, nunca va a ser el mismo impacto que tenerlo físicamente”, explica.
Efectos significativos
Otros especialistas dijeron para este reporte, que en sus consultorios están viendo este tipo de casos con más frecuencia que en el pasado. Pérez lo confirma. Cuenta que en los últimos meses, ha atendido un buen número de casos relacionados a la separación por migración.
“He encontrado que los niños, niñas y adolescentes, presentan serios problemas de conducta, padecen un impacto emocional, debido a los cambios drásticos a los que se enfrentan”, dice el psicólogo.
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“Lo que sucede con los chavalos que se crían con algún familiar –agregó el experto– es que ellos no se sienten parte de ese núcleo, se sienten ajenos, porque no es lo mismo tener tu papá y tu mamá, tener tu casa, tu espacio, tu cuarto, que estar en otra casa”.
El experto recuerda que el menor se encuentra de un día a otro con otra familia, “que tiene sus propios valores, que tiene sus propios estilos de vida, sus propias costumbres, sus propias creencias, sus propias prácticas y también su propio modo de educar. Entonces eso genera otro malestar a nivel emocional, a nivel conductual”, manifiesta.
Para ese tipo de problemas, el psicólogo recomienda que los padres que se han ido se comuniquen lo más que puedan con los hijos y que se les permita expresar sus emociones, su tristeza, su molestia. “Esa comunicación aunque sea en línea evitará que se rompa esa conexión familiar a pesar de la distancia”, agregó.
Cierre de empresas alienta migración
Braulio Abarca, miembro del Colectivo de Derechos Humanos Nicaragua Nunca+, asegura que es la primera vez en la historia de Nicaragua que más del 10% de la población ha tenido que abandonar el país. Según los registros del organismo, hay más de 600 mil connacionales viviendo de manera legal o irregular en Estados Unidos, Costa Rica, México, España, entre otros.
“Tenemos registros de que Estados Unidos, Costa Rica, México y España son los principales destinos de los nicaragüenses. Hasta septiembre de este año, habían 642 mil 397 viviendo en esos países, eso sin incluir las personas que se encuentran en una situación de un limbo jurídico migratorio, es decir que no han solicitado refugio, ni asilo o parole humanitario”, dijo el defensor de derechos humanos.
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Abarca, explica que está masiva ola migratoria también responde a la falta de trabajo en Nicaragua, que se ha originado en buena parte por el cierre arbitrario de más de 3 mil Organizaciones Sin Fines de Lucro (OSFL), empresas privadas, universidades, entre otras fuentes de empleo. “Son cierres de oportunidades laborales en el país”, dice.
Hasta febrero de este año, el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, habían ordenado el cierre de 3.243 oenegés que empleaban a decenas de habitantes en más de 60 municipios de los 153 que tiene el país. Un análisis de la Fundación del Río, una de las oenegés canceladas por el régimen, señala que 23 mil 483 nicaragüenses fueron enviados al desempleo por los cierres de las organizaciones que han provocado también pérdidas mayores a los 250 millones de dólares en cooperación que ya no entran al país.
De acuerdo con el defensor de derechos humanos, la migración que vive Nicaragua no se había visto ni en los peores años de la guerra contra la dictadura de los Somoza, ni con la guerra de los años 80, ni por la crisis económica de esos años.
Por su lado, el economista Enrique Sáenz, dio a conocer hace algunas horas que más de 18 mil nicaragüenses perdieron sus empleos en empresas de zonas francas. Sáenz citó cifras del Banco Central de Nicaragua (BCN), que registraba en agosto del 2022 a 140,674 trabajadoras y trabajadores en esas plazas laborales, pero que en el mismo periodo de este año, el mismo BCN, dijo que eran 122,077. Lo que quiere decir que en un año, 18.597 nicaragüenses perdieron esas plazas de trabajo.
Algo que llevó a Ana a tomar la difícil decisión de salir del país y dejar a sus pequeños a cargo de varios familiares, fue el hecho de que el papá de dos de sus hijos, quedó sin empleo, debido al cierre de una oenegé donde trabajaba. Intentaron hacerle frente a la pérdida con una comidería, pero no lo lograron, no lograban ni juntar para pagar la renta de la casa, menos que ajustaran para alimentación y otros gastos de sus hijos.
Ortega culpa a las sanciones
Pero el régimen Ortega-Murillo, no se siente responsable de esta tragedia. El pasado 18 de octubre, hizo circular una nota oficial relacionada a la posición del país para la elaboración de un Plan de Atención a los Flujos Migratorios en los países del Sistema de Integración Centroamericana (SICA), en el, aduce que las sanciones impuestas “obstaculizan el desarrollo de los pueblos”.
“Las ilegales y terroristas medidas coercitivas unilaterales impuestas por países imperialistas y neocolonialistas, afectan las políticas relacionadas con el desarrollo humano y material de los pueblos, y con ello, se incrementa las migraciones masivas irregulares y no documentadas, que desbordan las capacidades institucionales de los Estados”, señalan en el documento.
Además, acusa a Estados Unidos de incentivar la migración irregular y atentar contra la vida y seguridad de los migrantes al llevar a cabo una “campaña de propaganda engañosa” con “mensajes distorsionados” sobre los beneficios económicos y una vida mejor en ese país.
“(…) el llamado sueño americano en los Estados Unidos incentiva la migración irregular atentando contra la propia vida de los migrantes y la seguridad de las comunidades de tránsito, alentando acciones del crimen organizado. La travesía, los peligros, los riesgos, la muerte incluso y luego llegar a la realidad que no es como la habían escuchado, es una pesadilla”, expresa el comunicado.
En la nota firmada por el Ministerio de Relaciones Exteriores dan a entender que el régimen Ortega-Murillo no se siente responsable por las miles de familias nicaragüenses separadas producto de la migración y el exilio forzado, ni por los niños, niñas y adolescentes que crecerán lejos de sus padres.
Para Abarca, no hay duda de que los responsables de la crisis migratoria son Daniel Ortega y su vicepresidenta Rosario Murillo, debido a las políticas de persecución a “quemarropa” contra opositores, periodistas y defensores de derechos humanos. “Son responsables de manera directa, pero de manera también indirecta”, acusa el activista de derechos humanos.
“Son responsables ellos y las personas que les obedecen para mantener activamente la represión, la Policía, con cada uno de sus comisionados generales, diputados sandinistas, jueces, y todo el poder judicial. Todos tienen parte de responsabilidad porque han sido quienes han ejercido una persecución penal, criminal y arbitraria, en contra de la población nicaragüense”, señaló.
Pero a gente como Ana, no le queda tiempo para esperar que Ortega y Murillo admitan por fin su culpa. En el avión que la llevará a Miami y después a Texas, donde espera establecerse un tiempo, ella solo piensa que debe cumplir con lo que le prometió a sus hijos para que el sacrificio que hace su familia tenga sentido. En tanto, es un hecho que la ola migratoria provocará que casi toda una generación de niños, niñas y adolescentes crezcan sin sus padres.