Tres “rugidos” resuenan a lo largo y ancho del municipio de Corinto. Se trata del pitido ruidoso que proviene del crucero turístico Volendam. Desde el mastodonte flotante saluda una multitud y desde las costas, otra multitud corre de un lado a otro para terminar de ordenar puestos souvenirs, de ropas artesanales y de comida. Es el año 2019 y las imágenes son solo un recuerdo del último crucero que atracó en este puerto.
Esa vez llegaron a bordo más de mil 800 personas entre cruceristas y tripulantes. “Fue un buen día, pero claro antes hubo mejores, recuerdo que algo se vendió, aunque no como en otros años anteriores”, comentó un artesano de esta ciudad que afirma que desde esa vez, no han visto otro crucero llegar a sus costas.
Desde que llegó el primer crucero a Puerto Corinto, once años atrás, fue recibido con muchas expectativas por aquellos sectores que de una u otra manera percibían una ganancia económica con la actividad turística.
Las muestras amistosas empezaban en el muelle de Corinto, donde las autoridades portuarias preparaban un pequeño acto protocolario donde entregaron placas conmemorativas a los capitanes de los cruceros, sobre todo, cuando atracaban por primera vez. La entrega de la placa pretendía sellar una especie “de relación marítima” que se interrumpió a finales del 2019.
Era toda una fiesta
Abajo, en el muelle, se vivía una especie de fiesta cuando los turistas se disponían a salir del puerto y antes se encontraban con jóvenes y niños vestidos de huipiles. Tras saludarlos, aparecía un grupo de danza nacional que les bailaba al ritmo de marimba como un gesto de bienvenida. Después, podrían recorrer toldos donde artesanos ofrecían souvenirs para no olvidar que pasaron por ahí.
Las bienvenidas siempre eran organizadas por el Instituto Nicaragüense de Turismo, Intur, del régimen, que intentaban sacarle el mejor provecho mediático para difundir que ni el estallido social de abril de 2018, las matanzas y persecución que desató el régimen, ni la pandemia que vendría después en 2020, había cambiado el país. Una narrativa, claro equivocada, que se confirmaría algunos meses después.
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Allí están en redes algunas de esas imágenes todavía. Se ve en ellas a la batería de periodistas oficialistas intentando captar el mejor ángulo de los cruceristas, tomar las fotos más coloridas de los visitantes para hacerlas circular en su redes sociales para hacer creer que el país en dictadura y bajo fuego contra sus ciudadanos, no había perdido el encanto. Con suerte captaron a una canadiense de la tercera edad moviéndose torpemente al son de marimbas con una joven bailarina ataviada con su traje de indita.
Luego cada quien a lo suyo. Un nutrido grupo abordaba gigantes buses tipo Marco Polo, que los trasladaba a sitios turísticos del departamento de Chinandega y León, mientras otros, optaban por quedarse en tierra firme en los alrededores del puerto en busca del recuerdo que llevaría a casa como prueba que había estado en la tierra de lago y volcanes.
Las ferias de artesanos y la crisis social
En el Parque Central de esta ciudad, ya estaba en función la feria de artesanías. Los toldos aparecían como por arte de magia, en la mañana, se hacía el montaje en cosa de horas y desaparecía por la tarde cuando los viajeros volvían “al mastodonte” y se perdían de vista en el inmenso mar pacífico. Si ese día se había programado la llegada de dos cruceros, los artesanos debían estar preparados para dormir en los tramos y desmontarlo hasta el siguiente día.
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Desde la Empresa Nacional de Puertos, EPN, una entidad estatal, que aumentaba sus ingresos con el número de buques que atracaban en su muelle, los artesanos que enamoraba a los turistas con sus diseños textiles, de cuero o sus adornos de madera, hasta los dueños de comiderias que servían platos típicos del país, transportistas e intérpretes locales, todos fueron afectados con la suspensión de los cruceros en Nicaragua. Hoy en aquellas costas, solo son un buen recuerdo.
En el año 2016, llegaron a Nicaragua 59 cruceros turísticos. La tendencia en el año 2017, fue aumentar y la temporada de ese año trajo 88 barcos con turistas. El estallido social que se tradujo en protestas de los nicaragüenses para exigir la salida del poder del exguerrillero Daniel Ortega, ahora convertido en un dictador tras gobernar el país por 16 años continuos con elecciones amañadas y una represión ciudadana brutal, orilló esta actividad económica a “partes secas” hasta desaparecerla por completo.
Tras las denuncias de masacres de hasta 355 ciudadanos, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, CIDH, con el uso de paramilitares que apoyaron a las fuerzas policiales, las empresas que incluían el país como destino de estos cruceros lo sacaron de la lista de puertos a visitar por la inseguridad que causa la violencia del régimen. En 2018, el año de la crisis, tan solo 63 cruceros turísticos llegaron al país, según cifras del Instituto Nicaragüense de Turismo, Intur.
Los que sufren “el daño colateral”
Una artesana del cuero de Masaya que pide ser llamada Lía Navas por temor a la represión gubernamental vigente en el país, recuerda que ella, era una de las que llegaba al municipio de Corinto antes del 2018 para vender sus productos.
“Cuando yo iba a Corinto, no es que vendiera miles de córdobas, pero tampoco era un día muerto. Podía hacerme 180 dólares en ventas de dos días de crucero, cuando en mi negocio necesitaba a veces hasta dos semanas para completar esa cantidad. La represión acabó con eso. En vez de buscar una solución a la crisis, la gente de autoridad desató la violencia y todos perdimos”, señaló.
Si el año 2018 causó “golpes severos” para rubros económicos que dependen del turismo, la pandemia del Covid-19, fue una especie de “tiro de gracia”. En el caso de los cruceros, causó la suspensión de viajes y eso ha sido mortal para la industria.
Según estadísticas de sectores turísticos, el 2017 sería el mejor año en cuanto al arribo de cruceros a Nicaragua. En ese año, llegaron más de 94 mil turistas vía marítima, de los cuales, más de 50 mil realizaron tours por algunas ciudades. Tres años después, en 2020, el último año en que llegaron cruceros a Nicaragua, el Intur solo registró el ingreso de 25.035 visitantes de crucero a través de Puerto Corinto, de los cuales 17.138 turistas, recorrieron el interior del país.
La cantidad de turistas que llegaban en un crucero turístico dependía del tamaño del barco. Un buque “Norwegian Jewel” podía traer hasta 1,100 turistas, sin incluir tripulantes.
“Hace falta”, dicen
Son varios los sectores que se beneficiaban con el arribo a puerto de los cruceros, entres estos el sector portuario, pero además, las tour operadoras. Estas últimas, ofrecían recorridos por León y Chinandega: a la Casa Museo de Rubén Darío, al Jardín Botánico, la Catedral y el Parque Central de León. En Chinandega, iban a la Iglesia Santa Ana, al Museo Chorotega, a la Basílica de El Viejo y en Chichigalpa, siempre en occidente ofrecían el llamado Tour Flor de Caña que era conocer la industria licorera del país.
“No era una política con los cruceristas vender caro. Los turistas que atendíamos eran gente mayor, muy amables y que les gustaban los souvenirs. Los precios eran para sobrevivir y claro, eran temporadas que aprovechamos. Hace falta ese comercio”, dice la propietaria de un pequeño negocio de artesanías ubicado a escasos metros de una iglesia de occidente.
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Los negocios locales, como restaurantes, también vendían más en esa temporada. “Nos iba bien con esa gente, se agitaba Corinto por así decirlo”, comparte también un triciclero de esta ciudad. Este sector informal que creció en la localidad corinteña, se organizaba para recibir turistas y pasearlos por las calles del municipio.
En un día de crucero, los jóvenes tricicleros vestían más formal para “dar una buena impresión a sus pasajeros”. “A mi me iba muy bien”, confió Alberto, un triciclero de Corinto que con lo que ganaba en la temporada, lograba comprar los estrenos de sus hijos para la navidad y año nuevo. “Además compraba el pollito de la cena”, señaló.
“Íbamos a darle con todo porque sabíamos que lo que ganábamos ese día era bueno. Algunos, hasta nos preocupamos por conseguir vocabulario básico de inglés para poder atraer clientes o saludarlos”, menciona el obrero con nostalgia. Un recorrido de una hora, podía costar hasta 10 dólares y algunos visitantes generosos pagaban más y hasta daban propinas.
Datos del Banco Central de Nicaragua, (BCN), indican que la actividad turística en Nicaragua, se redujo en 41,1% en 2018, como producto de la crisis. La industria turística pasó de percibir 840,5 millones de dólares por el turismo en 2017 a 544,4 millones de dólares en 2018, según datos oficiales. Eso, aunque la ganancia de los tricicleros no es un número que aparezca reflejado en esas estadísticas negativas de la macroeconomía nicaragüense.