David Orozco ha cumplido un cuarto de siglo postrado en una cama y si quiere moverse de un lado a otro, necesita de una silla de ruedas. A los 16 años quedó parapléjico, al sufrir un accidente al momento de ejecutar un clavado en la poza del río de la comunidad Los Hidalgo, en el municipio El Crucero.
Su niñez y adolescencia la describe como una etapa feliz. Vivía en una pequeña finca con sus abuelos maternos, ayudándoles en los trabajos del campo, en la siembra de maíz, frijoles, trigo, yuca, ayote, y pipianes. Otra de las actividades que realizaba, era cuidar una vaca que llevaba todas las tardes al río a tomar agua. La guiaba montado en su caballo.
Por las tardes, asistía a clases a la escuelita de su comunidad, donde logró aprobar su primaria. Su madre trabajaba como asistente del hogar en Managua y su padre se desempeñaba como ayudante de camión. Ambos llegaban a visitarlo todo los fines de semana cargando la provisión de alimentos, y dejando un poco de dinero a sus abuelos, para algunos gastos adicionales.
Cuando cumplió sus 12 años, se fue a vivir junto con sus padres y dos hermanos a una finca de dos manzanas de tierra que habían comprado sus progenitores con los ahorros que alcanzaron con los años de trabajo.
“En la finca ayudaba a mi padre a trabajar la tierra, como familias de campo vivíamos bien gracias a Dios, teníamos una bodega, donde almacenaban los granos de las cosechas y también producíamos carbón, no nos faltaba el pan de cada día”, narra Orozco, quien tenía el sueño de ser un ingeniero mecánico.
Una Semana Santa trágica
En la Semana Santa de 1998, sucedió la tragedia que le cambió la vida para siempre. Recuerda que el Sábado de Gloria, se levantó muy de mañana, y avanzó unos pasos de su cama, para llegar a la cocina a tomar del jarro una taza de café. Se lo tomó y luego se fue con sus amigos a bañarse al río Panamá, siguiendo la tradición de los habitantes de la comunidad Los Hidalgo del municipio El Crucero, que buscan en esa temporada refrescarse del calor del verano.
Como joven David Orozco era intrépido. Decidió realizarse el clavado en la poza del río, algo que para otros era muy peligroso. Lo hizo y al hacer contacto con el agua, sintió que su cuerpo se entumeció, y fue a parar al fondo de la vertiente. Al percatarse sus amigos que no salía, se lanzaron a rescatarlo.
Sus padres desesperados buscaron una camioneta para llevarlo al hospital “Lenin Fonseca”, pero en ese año los trabajadores de la salud mantenían una huelga contra el gobierno de Arnoldo Alemán en demanda de ajuste salarial, por lo que los desviaron al hospital militar para que recibiera las atenciones médicas.
En este centro permaneció más de un mes en la sala de cuidados intensivos. Los galenos le informaron a sus padres que se había fracturado dos vértebras que lo dejaron parapléjico, condenado a una cama o una silla de ruedas. Tenía apenas 16 años y la vida se le paralizaría por completo.
“Cuando me enteré que ya no volvería a caminar, me llené de una profunda tristeza, porque sabía que mi vida ya no sería igual. Hoy, a mis 42, dependo del cuido de mis padres, porque no tengo sensibilidad alguna en mis pies y manos, no puedo ni sostener una cuchara, para comer”, mencionó Orozco, desde su humilde cama, donde guarda un radio y celular que mantiene como su acompañantes de esta vida que le toca llevar.
En estos últimos 25 años, Orozco no ha podido salir de su casa, porque sus padres no tienen los recursos económicos para contratar una camioneta que lo pueda cargar con su silla de ruedas. Orozco no conoce Managua, no sabe lo que es ir a un paseo. “Me gustaría ir a un restaurante, conocer otro lugar”, comparte en este reporte.
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Pese a todo, tiene buen ánimo
Roger Sebastián Orozco y María Marenco son los padres de David, y se mantienen a su cuidado, desde el día trágico que perdió su movilidad en sus piernas y brazos. A pesar de ser unas personas de la tercera edad con enfermedades crónicas, siguen labrando la tierra, aunque ya no tengan las energías de antes.
“Nosotros no tenemos ningún salario, solo contamos con los pocos granos que producimos y los últimos inviernos no han sido muy buenos, por lo cual pasamos muchas necesidades económicas, sin embargo, no perdemos la fe en Dios”, expresa don Róger.
Esta familia habita en una casa sencilla, mitad madera, mitad piedra cantera. Con la tierra como piso. Cuenta con un pequeño corredor con techo de palma, donde David pasa la mayor parte del día en su silla de ruedas, esperando que un amigo o familiar lo visite para conversar un poco, algo que dice disfruta. “Me gusta cuando me cuentan de otros lugares que han visitado”, señala.
“A pesar de mi discapacidad, yo vivo con mucha alegría por la vida, todos los días me alegro al ver salir el sol y doy gracias a Dios por los alimentos, y nunca reniego, cuando no llegan a la mesa”, expresa.
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Pide una mano amiga
Este humilde hombre confía en la bondad de los nicaragüenses, por lo cual clama por ayuda, para cubrir los gastos de medicina y alimentación, porque sus padres viven un calvario, cuando se enteran que no tienen pañales de la talla M, guantes, neobol, crema lubrider, toallas húmedas, productos de higiene de limpieza y productos alimenticios.
Si usted desea ayudar a David, puede escribirle al número de celular +505 8106- 0277 o bien visitarlo en su comunidad Los Hidalgos, para lo cual tiene que llegar al kilómetro 21 en Carretera Sur y tomar el camino que se ubica cerca del rótulo Santa Las Mercedes.